18 de febrero de 2011

El ejemplo de una familia

Juan José y su mujer Irene.
Juan José Cortés es un hombre sereno, de mirada limpia y palabra pausada. Seguí el caso de Mari Luz Cortés para mi periódico, y hablé con él varias veces. Desde el primer momento me impresionó su paz. Sí. A pesar del inmenso dolor acumulado, Juan José, Juanjo, transmite paz. Y a pesar de la rabia, también.

Es un hombre de familia. Quiere a su mujer, Irene Suárez, a la que ha sostenido siempre sobre su hombro y a la que ha tratado de dar cobijo y proteger en los momentos más duros. Es un buen hijo, respetuoso con sus padres, y es un buen padre, amante de sus hijos (dos chavales adolescentes y su 'estrella' Mari Luz). Es un hombre de fe; ha metido a Dios en su vida.

Ha aprendido la vida a base de reveses y golpes duros. Quiso ser futbolista, y era bueno (tanto que le echaron el ojo los del Sevilla), pero una lesión truncó sus sueños. Por eso se hizo entrenador (de los juveniles del Recreativo de Huelva), para no desvincularse del mundo del deporte. Y también ayudaba a su familia en la venta ambulante. La desaparición y cruel asesinato de su hija hizo visible en la sociedad a un buen hombre, y a una buena familia. Gitanos.

Juanjo luchó por encontrar a su niña. Luchó contra la desesperanza y la cada vez más cierta certeza de la muerte de su hija. Luchó por que no se desatara la ira de su familia y amigos y por mantener el equilibrio tras el hallazgo del cadáver. Luchó por que la Justicia cambiara. Luchó por la cadena perpetua revisable para casos como el de su hija.

Juan José Cortés y su familia han sido un ejemplo para nuestro país. Más allá del horror que han vivido, los Cortés Suárez han sabido dar al dolor la dignidad que le corresponde, y sacar de él lo mejor que tiene: el amor.

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