Es inquietante que haya pueblos en España en los que, a lo largo de la historia reciente, se hayan producido varios episodios criminales. No sé si podrá haber una explicación científica al hecho de que a vecinos de una misma localidad les dé por cometer algunos de los crímenes más sonados de la crónica negra de nuestro país. Pero el hecho es que ha sucedido. El último caso, el de Campo de Criptana. Pero no ha sido el único, porque en cuanto oigo lo que recientemente ha pasado en esta localidad de Ciudad Real me acuerdo de Santomera, en Murcia, y no puedo dejar de pensar en que vaya casualidad.
Paraje en el que se encontró el cadáver de Inmaculada Arteaga. |
Lo de
Campo de Criptana es sonadísimo porque en este pequeño municipio de apenas
15.000 habitantes y en el que según ‘la wikipedia’ se conservan una buena
muestra de molinos de viento como los que Don Quijote confundió con gigantes, se
llevó a cabo la primera gran recogida masiva de ADN en España para tratar de
resolver el asesinato de Inmaculada Arteaga. Fue la noche del 17 de marzo de
2001 cuando a esta niña de 14 años le aplastaron el cráneo en un descampado de la
localidad. La investigación de la Guardia Civil no daba frutos y la gente
comenzaba a ponerse nerviosa. Habían pasado años y nadie daba con el asesino de
Inmaculada. Hasta que se decidió someter a la prueba del ADN a todos los
jóvenes (y algunos no tanto) de la localidad y alrededores. Hasta un total de
350 se prestaron a que los agentes les pasara un bastoncillo blanco por
las encías para extraer una muestra de su identidad genética, usando una técnica
que tan exitosos resultados policiales ha dado. Y así fue como cayó Santiago
Q.R., 5 años después del crimen, un “chico normal de una familia trabajadora”,
frase hecha que no dice absolutamente nada, que aquella noche, ante la negativa
de Inmaculada a mantener relaciones con él, enloqueció. Reconoció los hechos y
fue condenado a 14 años de prisión.
La
semana pasada, la localidad manchega volvía a ser el escenario de un brutal
crimen: Ana María, de 42 años, y sus hijos Daniel y Paula, de 8 y 5 años
respectivamente, fueron asfixiados hasta la muerte por el marido y padre de las
criaturas, Manuel, que después se suicidó lanzándose por la ventana. No se sabe
qué permitió que la tragedia no fuera a más, ya que antes de saltar, Manuel
abrió al espita del gas de la cocina para que todo el vencindario volara por
los aires.
Campo
de Criptana. Y luego está Santomera, en Murcia. Aquí, una noche de primavera de
2008, Ángel salió del bar que regentaba con la cabeza de su madre debajo del
brazo y se paseó por todo el pueblo mientras la acariciaba y le decía “Ahora
estás callada… Cuánto te quiero”. Es el descuartizador de Santomera, al que su
propia madre temía, tanto que fue a un
programa de televisión a pedir ayuda para su chico esquizofrénico y a decir que
si no, cualquier día la mataba. Y vaya si se cumplió.
La parricida de Santomera, junto a su marido en el entierro de sus hijos. |
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