11 de enero de 2015

Charlie Hebdo y la libertad de expresión

La matanza en la revista Charlie Hebdo, después de un primer momento de impacto y horror, y solidaridad con los compañeros de profesión, me ha llevado a pasar unos días sumida en reflexiones sobre una de las señas de identidad del periodista: la libertad de expresión y el derecho a la información.

Cuando yo estudiaba, nos decían que el derecho a la intimidad estaba de las puertas del dormitorio hacia adentro. He experimentado que, cuando es el mismo protagonista el que abre él mismo las puertas de su alcoba para que todos entren, ahí ya no hay derecho que valga. Del derecho a la libertad de expresión y a la libertad de información (ojo, recalcando la palabra 'veraz'), nada se cuestionaba. Quedaban las explicaciones reducidas (o por lo menos yo no recuerdo más) a lo que recoge el artículo 20 de la Constitución Española:

Artículo 20
    1. Se reconocen y protegen los derechos:
        a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
        [...] 
        d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.
    2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
    3. [...]
    4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
    5. Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial.
La realidad es que esto en papel queda bonito pero luego hay que ponerse en situaciones concretas y ver cómo se hace: si yo he sabido datos de una investigación policial pero ha convenido no informar de ello para no perjudicarla, me he callado (¿esto sería autocensura?); si omites nombres completos de víctimas para no añadir más dolor a la familia, ¿sería autocensura?, ¿estaría atentando contra el derecho a la información? Apuesto por que se emitan las imágenes del policía rematado en el suelo por los terroristas franceses; son pura información, pero también son durísimas, y entiendo a su hermano y la petición que ha hecho para que no se emitan más. Si fuera mi padre, también lo pediría. Pero es información pura, y pienso que hay que darlo.

Vaya lo primero de este párrafo que por supuesto nada en este mundo justifica una muerte (ojo, ni siquiera la de los malos), creo que no hay ni que explicarlo. Charlie Hebdo publica dibujos ofensivos, es evidente. Y no sólo por las imágenes de Mahoma, que a mí no me ofenden nada; también la religión cristiana ha sido objeto de sus mofas, y esto ya me gusta menos. ¿Deberían ellos mismos ponerse límites? ¿Debemos los periodistas tener límites? El respeto podría ser uno de ellos: respeto a las personas, sí, evidente. ¿Y a sus ideas? ¿Y a su religión?

¿Por qué yo no puedo decir abiertamente lo que pienso? Si pienso que mi jefe es un imbécil, ¿se lo digo a la cara? Lo normal es que no. ¿Por qué? Por respeto. Por educación. Porque me puede despedir. Si publico con detalle en qué se ha gastado cada directivo con tarjeta black de Bankia ese dinero, ¿estoy atentado contra su derecho al honor y a la intimidad? Seguramente, pero sin embargo la información es veraz y además de interés público.

Reconozco que este tema cada vez me genera más dudas. Me encanta que la gente pueda decir lo que le dé la gana, aunque pienso que no todo vale. No, no todo vale. Por eso, sigo reflexionando sobre la libertad de expresión y el derecho a la información.