23 de julio de 2015

La matanza de Utoya desde una redacción

Aquel 22 de julio de 2011, unos pocos peleábamos por ir puliendo Teinteresa.es, el nuevo medio digital que Alex Sopeña lanzaría dos meses después. Hacíamos el equivalente a los 'números cero' de la prensa escrita. Era viernes, a la hora de la comida. De repente, las agencias empiezan a escupir sangre: ha estallado una bomba en una zona de edificios gubernamentales del centro de Oslo. En Noruega, el país en el que los agentes de Policía no iban armados porque no había amenaza ninguna, se desata el caos. Nos pegamos a las agencias y a las teles, que empiezan a dar ya en directo imágenes del lugar del estallido. Los primeros heridos, los primeros testimonios... Estás a 200 por hora, el cuerpo se tensa y todos los sentidos se concentran en la noticia, como sólo a un periodista le pasa cuando algo gordo hay entre manos. Nos ponemos a escribir como locos, a ir rascando informaciones de un sitio y otro: ocho muertos, la mayoría funcionarios, además de 30 heridos.

Cuando la situación, creemos, está informativamente controlada y ahora, después de que hayas generado toda la adrenalina de la que tu organismo es capaz, comienzas a profundizar en los primeros titulares que has ido dando, algo pasa no muy lejos de Oslo, en una pequeñísima isla, Utoya, en la que hay acampados, como suelen hacer todos los años, decenas de chavales de las juventudes del Partido Laborista Noruego (AUF), que por cierto es quien está en el Gobierno. Otra vez la tensión, los nervios a flor de piel, la vista fija de nuevo en las teles, en el chorro de teletipos de las agencias... Aunque Teinteresa aún no está visible, trabajas como si sí, y tienes que ser el primero en contar lo que pasa y en dar algún 'Urgente'.

Y lo que pasa es espeluznante. Una cacería humana en la isla, una matanza cometida por el mismo individuo que ha hecho estallar, apenas dos horas antes, la bomba en Oslo. Anders Behring Breivik. Armado hasta los dientes. Vestido de policía. Que ha cogido una barca y ha cruzado a la isla, y que según ha puesto el pie en ella, ha comenzado a disparar, a la cabeza preferiblemente, a todo el que se interpusiera en su camino. Y a los que no, porque también los ha ido a buscar, escondidos tras los matojos del agua, ocultos tras unas rocas, dentro de los edificios comunes, en los que algunos han podido atrincherarse. 69 muertos y 66 heridos en 73 minutos. Lo estás escribiendo y no te lo crees. Las imágenes espantan. Llamas a un especialista en perfiles criminológicos, ese que sabes que siempre te va a echar una mano, y en cuestión de minutos, y te hace uno de Breivik. Sigues sin creer que pueda haber gente así, a pesar de que los años haciendo sucesos te deberían haber curtido. ¡Pero este, tan salvaje!

Cuando estás escribiendo, siempre ves la historia, y sobre todo esta, desde la distancia. Hay que hacerlo así; si no, es demasiado perturbador. Pero después... Esa noche te vas a casa pensando en qué horrible tiene que ser intentar huir a nado de una isla y que el odio y la maldad hecha persona esté en la orilla, oteando, a la caza de su próxima víctima, disparando a tus compañeros de fuga, matándolos en el agua.

El juicio, meses después, nos descubre a un Breivik indescriptible. Él fue a Utoya con el objetivo de matarlos a todos. Se le mezclan demasiadas ideas políticas retorcidas con una existencia miserable y un narcisismo que le llevó a llorar el primer día del juicio contra él, pero no por las muertes, sino por el vídeo que subió a Youtube horas antes de la matanza, un compendio de sus ideas extremistas y terroristas. Un juicio para el que cuento con la complicidad de un compañero del Aftenposten, el segundo periódico más importante de Noruega, que desde Oslo me ayuda a adentrarme en el mundo judicial noruego y en el desarrollo de la vista oral.

Hoy hace cuatro años de cuando todo empezó. Y me acuerdo de las víctimas y de sus familias, y de estas nuevas Juventudes del Partido que este 2015, por primera vez después de la matanza, volverán a Utoya y retomarán su campamento de verano. También me acuerdo de esos comienzos de Teinteresa.es, de esa ilusión y ganas durante el tiempo que estuve allí, y de tantos y tantos buenos momentos vividos. ¡Gracias!