10 de octubre de 2016

Los crímenes de Nembra



Era de noche, un 21 de octubre. Un hombre de 72 años es introducido a empujones en el interior de la pequeña iglesia del pueblo. Dentro, vislumbra a dos personas, varones, que ya conoce. A punta de pistola están cavando, en una de las capillas laterales, una tumba. La suya. Dentro de la iglesia están también los que serán sus asesinos, un grupo de 18 personas, 4 de ellas mujeres. Bajo el altar ya hay otra tumba excavada. La destinada para él. 

Los van a matar. A los tres. Se prepararan. Primero, la tortura. Como se hace en las matanzas de los cerdos, los van cogiendo, de uno en uno, y utilizando un cuchillo de matarife, los degüellan para que se desangren. Después, los trocean.  Dejan para el final al señor mayor. Él lo ha querido así, para dar aliento a sus amigos. A él también lo desangran. Algunas mujeres van con baldes a coger su sangre, aún fresca y antes de que se coagule, “para hacer morcillas”. Después, lo apuñalan y lo rematan con un tiro en la nuca. Sobre su cuerpo muerto, bailan los asesinos, para acabar enterrándolo boca abajo en la tumba.

Poco más de un mes antes, el 11 de septiembre, otro grupo había cogido a un joven de 24 años, le habían cortado la lengua en vivo, le habían apaleado y lo habían arrojado, ya moribundo, a un barranco. Su cuerpo nunca se encontró.

 Me río del Carnicero de Milwaukee, del descuartizador de Pioz,  de Ted Bundy…  Algunos de los que cometieron estas torturas y crímenes se arrepintieron después. Las víctimas ya los habían perdonado antes de morir.  Los hechos, dignos de las mejores crónicas de sucesos de la historia de España, ocurrieron en Nembra, una pequeña localidad asturiana. En el año 1936. El hombre de 72 años era el párroco del pueblo, Jenaro. A la mayoría de sus verdugos los había bautizado él. Los otros dos eran Isidro y Segundo, dos feligreses, cristianos. El joven era Antonio, un estudiante de magisterio. Torturados y asesinados por no renegar de su fe. Mártires. Santos. 

Cuando a la madre de Antonio (al que le cortaron la lengua por negarse a blasfemar) le dijeron que habían detenido a los asesinos de su hijo, le preguntaron qué quería que hicieran con ellos. “Quiero verme con ellos y con mi Antonio en el cielo”. 

26 de septiembre de 2016

De cómo el entrenador de Elsa Pataky me hizo recapacitar



Ser periodista es lo que tiene. Que [casi] siempre conoces a gente interesante y [casi] siempre sorprendente. Y por eso ­-ahora sí: siempre- merece la pena hacer entrevistas, salir corriendo a cubrir una información o acudir a un evento. Eso me ha pasado hoy con Fernando Sartorius en Glamour Sport Summit by Adidas en el Conde Duque de Madrid. Reconozco que me he acercado a su disertación sobre "¿Qué quiere decir estar en forma?" con cierta prevención: “El entrenador personal de Elsa Pataky… ¡Como me diga que puedo llegar a estar como ella, fin de la charla!". Juicios, qué malos son... Porque Sartorius, además de ser buen orador, ameno, divertido y sin media frivolidad, me ha dado una lección, y a mí me chifla la gente que me hace parar y pensar.

Y ahora que voy a escribirlo creo que es bastante obvio lo que ha dicho, pero el contexto, a priori, encajaba tan poco con su mensaje que a mí, lo reconozco, me ha dejado muerta: “Llegar al punto mágico de la salud, como todo lo que vale la pena en la vida, requiere un esfuerzo”. Y ha continuado, hablando del entrenamiento deportivo: “No estar en forma es como un edificio en ruinas. Antes de ver cambios en el exterior, los tienes que experimentar en el interior”. Y ahora, para mí, viene lo mejor: “El proceso [del cambio] es invisible, así que lo que nos pide la vida es que tengamos FE en el proceso. Los procesos de todo lo que vale la pena en la vida son invisibles. Si PERSEVERAS y luchas, estarás a la altura de tu destino”.

Fe y perseverancia. Toda mi vida gira en torno a esto. Y me encanta que un especialista en fitness y nutrición afincado en Estados Unidos, que ha entrenado no sólo a Elsa, también a Nicole Kidman o a Tom Cruise, descienda y tome tierra y me haga recapacitar, así, sin más, a través de una planta que se riega, sobre que las cosas más bonitas que uno puede tener no se consiguen en dos días, y que por eso no hay que rendirse. “Porque uno planta las semillas de la buena actitud, de la alegría, y esa tierra hay que regarla todos los días [hay que perseverar en el entrenamiento] y llegará un día que brotará la planta, con sus hojas y sus flores, y dará buen olor. Si tú eres planta, darás buen olor a los demás; si eres madre, serás mejor madre; en tu trabajo, serás mejor trabajador…”.

Cuerpo y alma. Todo uno. Fe y perseverancia. Esto me llevo de Glamour Sport Summit by Adidas. ¡Qué cosas!