13 de enero de 2011

Y si quiero fumar, ¿qué?

Más allá de si fumar es bueno o malo (me pregunto por qué hace cincuenta años era bueno, socialmente aceptado e incluso bien visto de lo glamuroso que era), el debate está en si son los gobiernos los que deben regular nuestros hábitos o no. Por lo visto, y a juzgar por lo que está pasando en todo el mundo con el tema del tabaco, sí.

El gobierno tiene el derecho, o se lo adjudica porque "él lo vale", de decirme a mí si puedo fumar ¡¡¡en la calle!!! El caso es que, según el gobierno, yo puedo influir negativamente en la salud de un niño si me planto en un parque infantil con mi pitillo. Y me pregunto: ¿y si hay una ventolera tremenda y el humo ni le llega al menor (que es ahora como hay que llamar a los bebés, niños y adolescentes que no han cumplido los 18 años)? ¿Y si al lado de la zona infantil del parque, donde hay una carretera, para un camión  y empieza a emitir un humo negro horroroso impregnado de unos gases semitóxicos que van directamente al niño? ¿Quién le dice al padre lo que tiene que hacer con su hijo, el Estado? Esto sí que es peligroso: que el Estado decida en lugar de los padres cómo se ha de educar a un hijo. Porque, ya puestos, ¿cuánto falta para que la Ley Antitabaco se meta en las casas?


A mí lo que más me molesta del tabaco, ahora que he recuperado un poco el olfato tras abandonar el hábito, es el olor en la ropa y en el pelo, y no que alguien se fume un pitillo tranquilamente a las puertas de un hospital. "Uy, no, hijo/a, que es que papá-Estado vela por tu salud". "Ahhh, menos mal, aunque yo pensé que lo que tenía que hacer era sacarme de la crisis, y así yo poder fumar sin agobios vitales".

Acabo de ver que hay países europeos que han tenido que dar marcha atrás con sus leyes radicales antitabaco. ¿Nos pasará a nosotros lo mismo?
http://www.libertaddigital.com/economia/hay-esperanza-paises-que-han-logrado-revocar-la-ley-antifumadores-1276411646/

1 comentario:

  1. Pues yo estoy encantada con la nueva ley anti tabaco. Ya puedo ir a una cafetería con mi hija pequeña y no salir apestada y descubrir que una cafetería huele... ¡a café!

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