Hace dos veranos estuve con unos amigos en una casa rural al norte de Navarra, muy cerca de Lesaka (población navarra pero cuya denominación oficial, Lesa'k'a, es en vascuence-euskera), cuna de, entre otros terroristas, Martín Sarasola e Igor Portu, autores del atentado de la T4 de Barajas en 2006, además de escondite de algunos de los últimos zulos de ETA localizados por la Guardia Civil. Pues bien, a pesar de ser Comunidad Foral de Navarra, en la zona abundaban las banderas del País Vasco, los carteles de acercamiento de presos (hay vecinos de estos pueblos presos por terrorismo etarra) y las gentes que hablaban en euskera. Se habían mimetizado también con las tradiciones vascas y jugaban a la pelota vasca en las fiestas y 'dantzaban' con los 'aurrescus'.
En la práctica, no te sentías en Navarra, era estar en la inventada Euskal Herria, y eso era querido por muchos de los habitantes de la zona. El señor que nos alquilaba la casa, amabilísimo y muy campechano, nos habló el primer día de los montes que la rodeaban y de las escaramuzas de la Guardia Civil, en los años 70, con los 'guerrilleros' de la ETA. ¡Los 'guerrilleros'! Yo nunca los había oído llamar así. Para mí son, básicamente, asesinos, más que guerrilleros.
El problema de ETA va mucho más allá de lo que se ve por la tele. Detrás de un asesinato, que es la punta del iceberg y sin duda lo más doloroso e injusto (con toda la profundidad de la palabra), hay un todo que cala profundamente en las personas, que se les va metiendo desde que son pequeñas. No digo que justifiquen la violencia (aunque sí puedan hacerlo con la de baja intensidad, como decían algunos), pero sí que son un buen caldo de cultivo para que les salga un descerebrado de cada dos, tres o cinco, que acabe empuñando un arma.
A mí, cada vez que un gobierno socialista dice que estamos ante el principio del fin de ETA me da un miedo... Porque todavía me acuerdo de aquella famosa rueda de prensa del presidente Zapatero cuando, exultante de gozo, anunciaba este principio del fin de ETA y, menos de un día después, los terroristas volvían a matar en la T4.
Aunque, la verdad, me fío más de Rubalcaba que de Zapatero. Lo cierto es que ETA no ha dicho en este último comunicado de tregua que va a dejar de matar definitivamente, y sigue exigiendo lo mismo que ha exigido toda su vida: el reconocimiento de Euskal Herria y el derecho de autodeterminación. Por eso me fío más de Rubalcaba, que se ha mostrado más cauteloso que Zapa, que parece que vive en un mundo paralelo a este.
No creo que ETA deje de matar. Creo que es una nueva tregua trampa. (Veáse el robo de miles de tarjetas de crédito en blanco que no pueden servir para otra cosa más que para clonarlas y así conseguir más dinero para conseguir más armas y medios para seguir matando). Para que haya un fin definitivo de ETA, lo primero es que entreguen las armas, como hizo el IRA en su día, y luego ya se empieza a hablar.
El historial criminal de ETA, aquí:
http://www.elpais.com/especial/eta/
http://www.elmundo.es/eta/index.html
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