Manifestantes en la plaza Tahrir de El Cairo. Foto: Wikimedia Commons |
Lo que realmente me preocupa es que los ciudadanos, en el fondo, hayan sido guiados, quizás sin saberlo siquiera, por una mano oscura, la del islamismo radical, y que finalmente sean estos islamistas radicales los que manejen los hilos. Islamismo radical que, por cierto, ha estado bastante controlado en estos países. Tengo entendido que en Irán, en 1979, cuando se produjo la caída del Sha, el beneficiario real fue el nuevo radicalismo islámico que hoy conocemos. Evidentemente, sería un brutal retroceso y un grave peligro no sólo para esos países, sino también para el resto del mundo.
Admiro, no obstante, la valentía de los ciudadanos que, honradamente, quieren algo mejor para su país y para las generaciones venideras. Aquellos que han estado días y noches enteros en la plaza Tahrir de El Cairo hasta que se ha ido Mubarak, los que se han jugado la vida, y en algunos casos la han perdido, durante las revueltas... No sé si en España seríamos capaces de hacer algo así, con el ambiente de pasividad y el 'qué se le va a hacer' que nos ahoga. Deberíamos tomar nota de nuestros vecinos árabes: si uno quiere y se lo propone de verdad, el mundo puede cambiar.
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